martes, 2 de agosto de 2016

Despedida

Esta ha sido una despedida amarga.


El domingo la llevé al contenedor, después de un par de meses viéndola secar.
No supimos cuál fue la razón. Llevaba mucho tiempo débil, la regamos con algas y todo tipo de tratamientos preventivos. En primavera quiso brotar, pero estaba débil, algo iba mal.
Yo notaba hacía tiempo que el sustrato de la maceta apenas evaporaba, por lo que imaginé que las raíces no estaban trabajando a pleno rendimiento. Probé a espaciar el riesgo. Tampoco.
La miraba todos los días, hasta que el verde empezó a ponerse quebradizo al tacto en algunas ramas, y finalmente secó por completo.


Es un riesgo que siempre se corre. En este caso era yamadori todavía con tierra de campo, aunque llevaba un par de años mínimo en contenedor. Le hicimos un cambio de plantado, y sobre todo abrimos unos caminos para crear maderas que debieron hacer más daño del esperado. O quizá fue una mezcla de todo, no lo sé.  El caso es que ya llevaba tiempo asumiendo que me tendría que despedir de ella.


Lo peor no es el dinero ( que también). Lo que menos me ha gustado de que se me muera un árbol con este potencial, es la sensación que se me queda de fracaso. Y el fracaso casi siempre va acompañado de miedo. Miedo a volver a intentarlo.


Si se muere por un hongo, al que te has enfrentado ya tarde, o por una plaga que no localizaste a tiempo, da mucha rabia, pero en esta situación el desconcierto es mayor porque no supimos cuál fue la causa.


Cuesta asumir que esta afición no es como otras. En otras lo que adquieres, normalmente te acompaña toda la vida. Puedes decidir venderlo o cambiarlo, pero normalmente depende plenamente de ti. Con las plantas no es así, y menos con los bonsáis. Hay que reconocer que corremos riesgos cuando trabajamos los árboles, cuando los trasplantamos, podamos, etc.


Se pueden hacer muchas críticas, sobre todo aquellos que están en contra del yamadori ( algo que respeto y un debate en el que ahora no quiero entrar ), pero yo nunca me atrevería a sacar nada del campo, por mi absoluto desconocimiento del proceso. Esta planta fue comprada, y los trabajos han sido siempre supervisados por un profesional de gran nivel. De hecho ni siquiera me atrevería a comprar material de esta calidad si no tuviera el apoyo y los conocimientos de un maestro del bonsái detrás.


Pero se que no soy el único al que le ha pasado. De hecho dudo que haya algún aficionado o profesional al que no se le haya muerto algún árbol. No es que me consuele pensando eso, pero se trata de seres vivos y no siempre responden como esperamos.


Si alguien ha tenido la paciencia y el "cuajo" de estar todavía leyendo esto, me voy a atrever a  hacer una pequeña reflexión:  Me gusta compartir esta afición a través de este blog o redes sociales, pero parece que siempre cuesta más compartir los fracasos. El carácter lúdico de este medio hace que apartemos lo malo y sólo mostremos los trabajos exitosos, las grandes evoluciones, los premios...Yo he querido enseñar también este lado amargo de la afición. De hecho esta entrada pensé en titularla    " Involución", y poner fotos del primer trabajo, con la planta pletórica, y de la última que hice este domingo antes de tirarla. Pero me parecía demasiado frívolo.


Aquí va una foto del cadáver. No me rindo, comenzaré a llenar la hucha otra vez, y se que tendré otra sabina dentro de un tiempo. Y si todo sigue bien, seguiré compartiendo el camino que recorramos juntos, sea para bien o para mal.






Un abrazo